Historia: 25 de junio. Cuando Argentina venció a un imperio
La primera invasión inglesa paso ya hace 219 años. Hoy recordamos cómo los criollos resistieron y derrotaron a las tropas británicas, en un episodio que marcó el camino hacia la independencia. Un dato poco conocido: las milicias se armaron con donaciones vecinales y hasta se improvisaron cañones fundiendo campanas de iglesias.
Un día como hoy, en 1806, comenzaba la primera de las dos invasiones británicas al Río de la Plata. Lo que parecía una avanzada imperial irresistible terminó convirtiéndose en una derrota inesperada para el Reino Unido y en el despertar político-militar de Buenos Aires. Las invasiones inglesas no solo cambiaron la historia de la ciudad: sembraron las bases del proceso revolucionario sudamericano.
El 25 de junio de 1806, una flota al mando del general William Carr Beresford desembarcó en las costas de Quilmes con alrededor de 1.600 hombres. Días después, el 27 de junio, tomaban la ciudad casi sin resistencia. El virrey Sobremonte, debilitado y aislado, huyó hacia Córdoba con el tesoro del virreinato. La población quedó a merced del enemigo.
Pero la respuesta llegó desde el otro lado del río:
El militar francés al servicio de España, Santiago de Liniers, organizó una fuerza improvisada en Montevideo, cruzó el Río de la Plata y reconquistó Buenos Aires el 12 de agosto, en una operación relámpago que sorprendió a los británicos. “La Reconquista fue obra del pueblo en armas”, escribió José María Rosa en Historia Argentina, y agregó: “Por primera vez, Buenos Aires supo que podía valerse por sí misma”.
El año siguiente trajo un segundo intento británico. Esta vez, el general John Whitelocke desembarcó con más de 10.000 hombres. El asalto, en julio de 1807, fue brutal. Durante días, las calles de Buenos Aires fueron escenario de un combate casa por casa. Las milicias criollas, ya organizadas por regimientos locales —como los Patricios, Arribeños, Andaluces y Pardos—, resistieron el avance. Whitelocke fue derrotado y obligado a capitular el 7 de julio.
El hecho fue inédito:
Así una ciudad colonial, con ayuda limitada, había vencido a uno de los ejércitos más poderosos del mundo. El prestigio del virrey se desplomó. La autoridad real comenzó a ser reemplazada, de facto, por cabildos y milicias locales. La victoria había cambiado el orden político.
“El Cabildo de Buenos Aires designó a Liniers virrey sin esperar la decisión de la Corona. Era un acto de autonomía política”, explica el historiador Fermín Chávez en La historia oculta de los argentinos. Desde entonces, las armas no volvieron al poder central, sino que quedaron en manos del pueblo organizado.
Los principales líderes de las milicias, como Cornelio Saavedra, tomaron protagonismo político. Saavedra comandó el Regimiento de Patricios, que más tarde formaría parte central de la Revolución de Mayo. El mismo lo reconocería: “La causa de la libertad tuvo su primera chispa en esas jornadas de fuego”.
Las consecuencias fueron duraderas. En los años siguientes, muchos jóvenes criollos comenzaron a militar por la independencia. Entre ellos, se contarían luego figuras como Manuel Belgrano, Mariano Moreno y Juan José Castelli. Aquel pueblo que se defendió con fusiles prestados y cañones improvisados, pronto levantaría banderas de libertad.
Hoy, a más de dos siglos, las invasiones inglesas siguen siendo una página poco explorada en el calendario patrio. Sin embargo, como recuerda Jorge Abelardo Ramos en Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, “fue en esas trincheras de Buenos Aires donde nació el alma revolucionaria del país”.
Las invasiones inglesas fueron mucho más que un conflicto militar:
Esto hechos marcaron el primer gran quiebre del orden colonial. En las manos callosas de los milicianos, en las estrategias improvisadas de Liniers, y en la convicción de un pueblo dispuesto a defender lo suyo, comenzó a escribirse la historia de una nación.