9 de Julio. La independencia que el NEA no firmó
El Congreso de Tucumán declaró la Independencia en 1816, pero las provincias del Nordeste Argentino no participaron. Corrientes, Misiones y Entre Ríos impulsaban otro modelo de país bajo el liderazgo de Artigas. Un acta fundacional que marcó exclusiones duraderas. El acta de independencia también fue traducida al quechua y al aymara para su difusión, pero no al guaraní, lengua dominante en el NEA.
El 9 de julio de 1816 y las provincias ausentes: la otra historia de la independencia
El 9 de julio de 1816, el Congreso reunido en San Miguel de Tucumán declaró la independencia formal de las Provincias Unidas del Río de la Plata respecto de España y «de toda otra dominación extranjera». Sin embargo, la decisión que se convirtió en un símbolo fundacional del Estado argentino fue tomada sin la presencia ni la participación de varias provincias del actual territorio nacional. Entre ellas, las del Nordeste Argentino (NEA) —Corrientes, Misiones y parte de Entre Ríos— que, en ese momento, formaban parte de un proyecto alternativo: la Liga de los Pueblos Libres, liderada por José Gervasio Artigas.
La declaración, realizada por 29 diputados provenientes de las provincias que respondían al Directorio con sede en Buenos Aires, excluyó deliberadamente a los representantes del Litoral y del NEA. El motivo: la ruptura política entre estos territorios y el gobierno central. Corrientes había declarado su autonomía en 1814 y, en 1815, adhirió a la Liga Federal, una alianza que rechazaba la concentración del poder en Buenos Aires y proponía un sistema republicano, democrático y federal.
Este desacuerdo no fue menor ni circunstancial:
Mientras en Tucumán se proclamaba una independencia bajo términos controlados por el centralismo porteño, la Liga Federal organizó su propio congreso un año antes, en Concepción del Uruguay, en el que ya se hablaba de romper vínculos con el imperio español. Allí participaron las provincias del NEA y la Banda Oriental, hoy Uruguay. A diferencia del Congreso de Tucumán, en esa instancia se discutieron temas como el reparto de tierras, el respeto a los pueblos originarios y la autonomía de cada provincia.
El impacto de la exclusión se hizo sentir en las décadas posteriores. Corrientes, por ejemplo, mantuvo durante años una política de enfrentamiento con el poder central. Según documentos del Archivo General de la Nación, el gobernador Pedro Ferré denunció en 1830 que el modelo político surgido del Congreso de Tucumán había ignorado la realidad económica y social del Litoral. La falta de representación generó resistencias que derivaron en enfrentamientos armados, como los que tuvieron lugar en 1820 y durante la Confederación.
Contexto misionero:
Misiones, por su parte, enfrentaba una situación aún más crítica. Luego del colapso del sistema de reducciones jesuíticas, sus territorios fueron saqueados por fuerzas portuguesas desde Brasil y abandonados por el poder central. Los pueblos guaraníes se alinearon con Artigas como forma de defensa territorial y cultural. A pesar de su participación activa en el proceso revolucionario, no tuvieron representación en el Congreso ni en los primeros gobiernos independientes.
En el plano comunicacional, los efectos de la exclusión también fueron evidentes. Mientras La Gaceta de Buenos Aires difundía la noticia de la independencia con semanas de retraso y en tono diplomático, las regiones del NEA se enteraron por medios orales, pregones o cartas militares. La versión oficial del acta fue traducida al quechua y al aymara, pero no al guaraní, a pesar de que esta era la lengua predominante en gran parte del Nordeste.
El resultado fue una independencia formal que no logró integrar a todos los territorios del ex virreinato:
Si bien el acta de 1816 sentó las bases del Estado argentino, también consolidó una estructura política que priorizó los intereses del centro sobre los de las provincias. Como advirtió el historiador Gabriel Di Meglio en declaraciones a Télam (2021), “la independencia no fue un acto homogéneo, sino el inicio de una larga discusión sobre qué país se quería construir”.
Hoy, más de dos siglos después, el legado de esa exclusión sigue siendo materia de revisión histórica. La perspectiva regional y federal permite comprender que el 9 de julio fue un hito importante, pero también el punto de partida de profundas tensiones territoriales. En el NEA, la independencia llegó sin voz propia.
Porque una nación no se construye solo con actos fundacionales, sino con la inclusión efectiva de todos sus pueblos.
