A 87 años del nacimiento de Jorge Cafrune, voz del pueblo
El 8 de agosto de 1937 nació en Jujuy Jorge Cafrune, uno de los máximos referentes del folklore argentino. Fue censurado durante la dictadura por cantar canciones prohibidas. Su archivo musical incluye más de 20 discos, pero su legado excede la discografía: documentó tradiciones orales que hoy forman parte del patrimonio inmaterial del país.
Jorge Cafrune: el cantor que llevó la historia a caballo
El 8 de agosto se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Jorge Antonio Cafrune, figura clave del folklore argentino. Nacido en Perico, Jujuy, en 1937, su voz y su figura marcaron una época. Fue cantor, recopilador, investigador, y protagonista de un momento cultural donde el canto popular se convirtió en un vehículo de memoria, identidad y resistencia.
Con más de dos décadas de actividad, Cafrune dejó una huella que trasciende lo musical. Su repertorio incluía zambas, chacareras, vidalas y canciones tradicionales que recopilaba personalmente en sus viajes por el interior del país. Fue uno de los impulsores del auge del folklore en los años 60, junto a artistas como Mercedes Sosa, Los Chalchaleros y Atahualpa Yupanqui.
Un recopilador de la tradición oral argentina
Además de su faceta artística, Jorge Cafrune se destacó por su tarea como investigador de campo. Recorrió regiones rurales registrando cantos, costumbres y relatos que luego difundía en sus presentaciones y discos. Su compromiso con la tradición lo llevó a adoptar una estética austera y coherente con los valores rurales que representaba: poncho, guitarra y caballo.
Esta labor de documentación ha sido reconocida por musicólogos e historiadores como un aporte fundamental al acervo cultural argentino. Cafrune fue, para muchos, un puente entre el saber popular y la cultura urbana que lo redescubría en tiempos de grandes transformaciones sociales.
Un cantor vigilado durante la dictadura
Durante la última dictadura militar (1976-1983), su figura se volvió incómoda para el régimen. Fue vigilado, censurado y apartado de los grandes escenarios. La censura alcanzó incluso a canciones de carácter histórico, como Zamba de mi esperanza o Juana Azurduy, por considerarse “subversivas”.
A pesar de las advertencias, siguió interpretándolas en sus presentaciones. En una de sus últimas actuaciones públicas, declaró: «Aunque no está en el repertorio autorizado, si el pueblo me la pide, la voy a cantar.»
El 31 de enero de 1978 fue atropellado por una camioneta mientras cabalgaba hacia Yapeyú para rendir homenaje a José de San Martín. Murió al día siguiente en el Hospital de Moreno. Aunque la causa fue registrada como un accidente, numerosos testimonios han señalado inconsistencias en el informe y se ha sostenido la hipótesis de un asesinato político, en un contexto donde otros artistas también fueron perseguidos.
Un legado que trasciende la música
Cafrune grabó más de 20 discos y sus interpretaciones siguen vigentes en el cancionero popular argentino. Pero su legado no puede reducirse a la producción discográfica. Su trabajo como difusor de las culturas rurales, su defensa del derecho a cantar lo que el pueblo pedía y su negativa a someterse a la censura lo convirtieron en un símbolo de resistencia pacífica. Historiadores del folklore, como Ricardo D. Rodríguez y Carlos Molinero, lo han señalado como un “documentalista del alma popular”. Su figura es aún objeto de estudio en carreras de musicología, historia cultural y comunicación social. Además, su rol como símbolo de libertad artística ha sido recuperado en libros, documentales y festivales.
Una memoria que interpela al presente
A 87 años de su nacimiento, el nombre de Jorge Cafrune sigue evocando preguntas sobre la función social del arte, la relación entre cultura y poder, y el lugar de la tradición en una sociedad en constante transformación. Recordarlo no es solo un ejercicio de memoria histórica: también es una invitación a reflexionar sobre la responsabilidad del arte frente a la censura y el olvido.
Su vida, como su música, continúa cabalgando entre generaciones. Y en cada zamba que lo evoca, aún resuena la voz de un cantor que no pidió permiso para cantar lo que debía ser cantado.