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Argentina se retira de la OMS y anuncia reforma del sistema de salud

La decisión del gobierno de Javier Milei de abandonar la Organización Mundial de la Salud despierta dudas sobre el futuro del sistema sanitario argentino, en un contexto de reformas y tensiones con las provincias.

La salida oficial de Argentina de la Organización Mundial de la Salud (OMS), anunciada por el presidente Javier Milei, representa un quiebre en la política sanitaria internacional del país. Aunque el gobierno lo plantea como un paso hacia la “soberanía sanitaria”, especialistas advierten sobre las consecuencias que podría traer en la práctica para el sistema de salud nacional.

La OMS, organismo dependiente de Naciones Unidas, funciona como referencia técnica en temas sanitarios globales. Sus recomendaciones han guiado políticas públicas, campañas de vacunación, normas sobre enfermedades transmisibles, y coordinación en emergencias sanitarias, como fue la pandemia de COVID-19. El retiro implica que Argentina dejará de participar formalmente en sus espacios de decisión, y podría perder acceso preferencial a fondos, programas y asistencia técnica.

Desde el Ministerio de Salud de la Nación se anticipó una «reforma estructural» del sistema sanitario, aunque sin detalles concretos. La promesa de eficiencia y reorganización llega en un contexto donde el sistema arrastra problemas estructurales: fragmentación entre los subsistemas público, privado y de obras sociales; falta de financiamiento; y desigualdades regionales en el acceso a servicios esenciales. En este escenario, el retiro de la OMS podría agravar la desconexión con estándares internacionales y aumentar la dependencia de decisiones centralizadas, sin el respaldo técnico externo.

Las provincias, responsables de gran parte de la gestión sanitaria, ya manifestaron preocupación. La salida de la OMS podría dificultar acuerdos bilaterales, limitar alertas tempranas en enfermedades emergentes y retrasar la implementación de protocolos internacionales. Además, se teme por el impacto en campañas de vacunación y el control de enfermedades como el dengue, donde la coordinación con organismos internacionales ha sido clave.

Desde el gobierno se señala que la OMS perdió legitimidad durante la pandemia, y que sus decisiones afectaron la economía mundial. Sin embargo, la crítica no va acompañada aún de un plan alternativo claro sobre cómo se compensarán los recursos, datos y redes de cooperación que el país dejará de recibir.

Más allá del gesto político que implica retirarse de la OMS, la medida invita a reflexionar sobre cómo debe construirse una política sanitaria sólida y sostenible. En un contexto globalizado, donde los brotes epidémicos no reconocen fronteras y las tecnologías médicas se desarrollan en red, la cooperación internacional no es una opción ideológica, sino una necesidad práctica. La OMS ha sido durante décadas un espacio de articulación técnica que permite a países con distintos niveles de desarrollo acceder a información clave, protocolos actualizados y mecanismos de respuesta ante emergencias. Renunciar a ese marco, sin una estructura nacional fortalecida que lo reemplace, puede dejar al país aislado en momentos críticos.

La reforma del sistema de salud que plantea el gobierno requerirá mucho más que discursos de autonomía. Será necesario garantizar acceso equitativo, financiamiento sostenido y una red integrada de servicios. Para lograrlo, el conocimiento científico, la planificación estratégica y la transparencia deberán primar sobre los gestos disruptivos. En lugar de cortar vínculos, quizás el desafío real sea fortalecer las capacidades locales sin perder de vista la articulación con el mundo.

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