Barcos y puertos que forjaron la historia misionera
Entre vapores y muelles, Misiones construyó su identidad mirando al río. Una historia que aún fluye en el recuerdo de las comunidades ribereñas.

El Paraná, una vía que moldeó a Misiones
Durante gran parte del siglo XX, el río Paraná fue la columna vertebral de la vida misionera. Antes de que existieran carreteras asfaltadas o rutas nacionales consolidadas, los pueblos crecieron mirando al agua. Por el río llegaron los colonos, los víveres, la yerba mate y las maderas. Y también, los grandes barcos de pasajeros que unieron a Misiones con el país y el continente.
El historiador Darío A. Alcaraz, de la Universidad Nacional de Misiones, señala que “la historia de la provincia está íntimamente ligada al Paraná; sus pueblos nacieron mirando al río y su economía se sostuvo por él” (UNaM, 2010). Esta afirmación cobra fuerza al observar el mapa histórico de los 17 puertos misioneros que funcionaron entre Posadas y Puerto Iguazú, entre ellos el de Eldorado, que fue uno de los más activos durante el auge fluvial.
Eldorado y el esplendor de los vapores del Alto Paraná
Fundado en 1919 por Adolfo Schwelm, el puerto de Eldorado fue el punto de entrada para la colonización moderna del norte misionero. Desde sus muelles partían cargamentos de yerba mate, madera y tabaco hacia Posadas y Buenos Aires. Pero el puerto no era solo un espacio económico: también era un centro social y de comunicación.
Las familias se reunían en la costa para ver llegar los vapores que traían noticias, mercaderías y pasajeros. Las crónicas de la época registran que, cuando los barcos aparecían entre la neblina, las campanas del puerto sonaban y los trabajadores bajaban hacia los muelles con carros, sogas y grúas.
El buque Guayrá, construido en los astilleros A. & J. Inglis de Escocia en 1930, fue el emblema de esa época dorada. Llegó al país como un barco de pasajeros de lujo y se convirtió en el “Titanic del Alto Paraná”, por su elegancia y robustez. Tenía dos cubiertas, camarotes amplios, comedor, sala de fumadores y hasta un pequeño salón de música. Su estructura de acero y madera noble le otorgaba una apariencia imponente que destacaba entre los vapores que surcaban el río.
“El Guayrá era un barco sólido, fuerte, bien construido y hermoso”, recordaba José Carlos Freaza, ex tripulante entrevistado por El Territorio (2021). “Cuando pasábamos frente a Eldorado, la gente se acercaba al muelle para saludar. Era una fiesta cada vez que llegábamos”, añadió.
La periodista Mercedes Villalba lo describió en su investigación publicada en Primera Edición (2010) como un “orgullo de la navegación nacional”, capaz de conectar Posadas con Buenos Aires en un recorrido que duraba cerca de siete días. Su itinerario incluía paradas en Eldorado, Montecarlo, Puerto Rico y San Ignacio, lugares donde embarcaban familias enteras o comerciantes con sus productos.
En 1949, el Guayrá protagonizó un accidente que marcó su historia: encalló cerca de Caraguatay, permaneciendo 45 días varado antes de ser rescatado. Aunque volvió a navegar, con el paso del tiempo fue perdiendo protagonismo frente a los medios terrestres. En 1975, fue trasladado a Puerto Pirámides (Chubut), donde funcionó como hotel flotante hasta su destrucción por un incendio en 1984. Su final, lejos de Misiones, simbolizó también el cierre de una era.
El “Ciudad de Paraná”, último gran crucero fluvial argentino
En los años sesenta, otro gigante surcó el Paraná: el Ciudad de Paraná, construido en los Astilleros Río Santiago en 1962. Tenía 103 metros de eslora, 20 de manga y 3 de puntal, con capacidad para más de 300 pasajeros. Formó parte de la flota estatal que unía Buenos Aires, Montevideo y Asunción, y durante décadas fue un símbolo de la modernidad argentina.
En los noventa, tras su retiro del servicio, fue trasladado a Puerto Iguazú, donde funcionó como hotel flotante y centro de eventos. El periodista David Luft (Misiones Online, 2023) señala que “el Ciudad de Paraná fue uno de los últimos grandes cruceros fluviales argentinos, orgullo de la industria naval estatal”. En Iguazú, su silueta blanca se convirtió en parte del paisaje turístico, hasta que a comienzos de los 2000 fue retirado y trasladado a Zárate, donde aún permanece varado.
El empresario Bernardo Ditges, actual propietario, contó a Canal 26 (2024) que el barco “tardaba 12 horas en llegar a destino” y que, aunque se conserva su estructura, “la falta de mantenimiento y el vandalismo lo han deteriorado”.
Su historia, al igual que la del Guayrá, muestra el recorrido de una tradición fluvial que fue desapareciendo con los cambios económicos y tecnológicos, pero que dejó una huella profunda en la cultura de la región.
Los puertos del Alto Paraná: la red que sostuvo la vida misionera
La navegación fluvial no se limitaba a Posadas. Desde comienzos del siglo XX, existió una red de 17 puertos entre Posadas y Puerto Iguazú. Según el trabajo de Patricia Escobar (Misiones Online, 2020), entre ellos se encontraban Candelaria, San Ignacio, Puerto Mineral, Puerto Rico, Montecarlo, Caraguatay, Eldorado, Delicia y Libertad, entre otros.
Estos puertos fueron los puntos de partida de la economía regional y los escenarios de la vida cotidiana. Desde allí salían embarcaciones cargadas de yerba mate, madera, tabaco y naranjas hacia Buenos Aires y Rosario. Los pobladores solían detener los vapores agitando una tela blanca desde la ribera, una práctica que se mantuvo hasta mediados del siglo XX.
El historiador Aníbal Cambas, en su conferencia “Recuerdos de nuestra navegación fluvial” (1946), sintetizó aquella época con una frase que se volvió clásica: “Nuestro pueblo es hijo del río.”
En Eldorado, esa afirmación se vuelve tangible: el puerto fue punto de encuentro de trabajadores, comerciantes y familias que dependían del río para subsistir. El Paraná era, más que una frontera, una vía de unión entre pueblos.
Del esplendor al declive y renacer del Paraná misionero
El esplendor fluvial comenzó a declinar en los años cincuenta, cuando las rutas y los ferrocarriles desplazaron la navegación como principal medio de transporte. La construcción de la represa de Yacyretá, en los ochenta, terminó de modificar el paisaje portuario: el antiguo Puerto de Posadas quedó bajo el agua y muchos muelles desaparecieron.
Sin embargo, la historia no se detuvo allí. En 2023, tras décadas de inactividad, el Puerto de Posadas volvió a operar en Nemesio Parma. Canal 12 Misiones informó que el 13 de febrero de ese año llegaron las primeras barcazas comerciales, reactivando un circuito que promete reducir costos logísticos y revivir la conexión fluvial de la provincia. “El uso del río como elemento para transportar bienes volvió a Misiones”, destacó el informe. “El puerto 100% operativo permitirá dinamizar la economía mediante el abaratamiento del transporte.”
El proyecto se enmarca en la Hidrovía Paraguay–Paraná, que busca integrar nuevamente a Misiones con los mercados regionales. Alcaraz ya lo anticipaba en su trabajo de 2010: “La hidrovía no debe ser vista sólo como un corredor exportador, sino como un espacio de integración regional y de reconstrucción identitaria.”
Eldorado y el legado del río
Hoy, el puerto de Eldorado conserva poco de su antigua infraestructura, pero su legado perdura en la memoria colectiva. En las orillas del Paraná aún pueden verse restos de muelles y galpones que fueron testigos de una era de progreso. Los archivos locales y las asociaciones históricas trabajan para preservar fotografías, planos y testimonios de esa época.
Las voces de antiguos trabajadores y vecinos sostienen una memoria viva. “El río era todo para nosotros —recordaba un viejo estibador—. De ahí venía el trabajo, las provisiones, las cartas y las esperanzas” (testimonio recogido por el Museo Cooperativo de Eldorado, 2019).
Cada relato reafirma que el Paraná no fue solo un camino de agua, sino el eje de una identidad compartida entre los pueblos del norte misionero.
El Paraná, entre la memoria y el futuro
El río Paraná no solo fue una vía de transporte: fue también una frontera cultural, un espacio de identidad. En las últimas décadas, la pérdida de esa conexión generó una ruptura con el paisaje y la historia local. Sin embargo, los proyectos actuales de logística fluvial y turismo recuperan aquella mirada.
La reactivación portuaria y el recuerdo de los barcos que unieron a Misiones con el resto del país son parte de un mismo proceso: volver a mirar al río como camino de futuro.
Eldorado, Posadas y los antiguos puertos del Alto Paraná conservan en su geografía la huella de la navegación, esa que dio forma a su historia y a su gente.
El regreso del Paraná a la vida productiva misionera no es solo una cuestión de transporte. Es una forma de reconectarse con una memoria colectiva, con los barcos que forjaron pueblos, con los puertos que dieron nombre a ciudades.
Porque, como escribió Cambas, “el río es un camino que anda”. Y en ese movimiento constante fluye todavía la historia de una provincia que nació navegando.
