Batalla campal tras la clasificación de Lanús: empujones, insultos y tensión en la noche del Sur
Lo que debía ser una noche de celebración para Lanús terminó en escándalo. Minutos después de conseguir el pase a la final de la Copa Sudamericana, el equipo argentino y sus rivales de la Universidad de Chile protagonizaron una gresca generalizada en el campo de juego que empañó el triunfo.
El Granate había ganado 1-0 con gol de Rodrigo Castillo, resultado que selló la clasificación al partido definitorio del 22 de noviembre. Pero el pitazo final desató el caos: empujones, insultos y forcejeos entre futbolistas de ambos planteles opacaron el festejo.

Un partido caliente desde el inicio
El encuentro ya venía cargado de tensión. Hubo dos goles anulados, uno por lado, y una mano polémica de Eduardo Salvio en la jugada previa al tanto de Lanús que el árbitro dejó pasar. La U de Chile reclamó con vehemencia, mientras el banco visitante protestaba cada decisión arbitral.
El clima se deterioró definitivamente en los minutos finales, cuando el delantero chileno Leandro Fernández fue captado por las cámaras gritando “Vení, cagón” hacia un rival no identificado. El incidente encendió los ánimos en ambos equipos.
Del festejo al caos
Con el silbatazo final, la tensión explotó. El arquero de Lanús, Nahuel Losada, tomó del cuello a un jugador chileno, mientras Fernández era contenido por sus compañeros al intentar ir al cruce con varios futbolistas del Granate. En segundos, el campo se convirtió en un tumulto de empujones, gritos y gestos de enojo.
Personal de seguridad y asistentes arbitrales intervinieron rápidamente para separar a los protagonistas. Los jugadores chilenos se retiraron entre silbidos, mientras los locales, aún con la adrenalina a flor de piel, intentaban retomar la celebración con sus hinchas.
Sin sanciones, pero con advertencia
Aunque la situación no pasó a mayores, en Lanús temieron por posibles sanciones disciplinarias que pudieran afectar al plantel de cara a la final. Sin embargo, el árbitro no incluyó incidentes graves en su informe, y el equipo de Mauricio Pellegrino no sufrirá bajas para el partido decisivo.
Lanús, que busca su segunda Sudamericana después de la conquista de 2013, deberá ahora enfocarse en lo futbolístico. Pero el cierre de la semifinal dejó una advertencia: el temperamento del equipo, celebrado por su entrega, puede convertirse también en su mayor riesgo.
“Fue un partido muy caliente, pero ya está. Ahora pensamos en la final”, dijo uno de los jugadores al salir del vestuario, con un dejo de alivio.
En el sur del conurbano, la fiesta volvió a reanudarse poco después. Pero el eco de los empujones seguirá acompañando la previa de una final que Lanús quiere que se recuerde por su fútbol, y no por la furia.
