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Beber caña con ruda. Tradición, salud y memoria comunitaria

Cada 1° de agosto, miles de personas en Argentina beben caña con ruda como un acto de protección y memoria. Aunque originada en el NEA, la práctica se expande en centros urbanos y reaparece en movimientos sociales.

Una bebida, una fecha y una idea de cuidado comunitario

El 1° de agosto, diversas comunidades de Argentina sostienen una costumbre ancestral: beber caña con ruda en ayunas para ahuyentar enfermedades, limpiar el cuerpo y la energía, y agradecer a la Tierra. El ritual, de origen popular y rural, tiene su epicentro en la Región del NEA, especialmente en las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa, pero en las últimas décadas ha cobrado visibilidad en ciudades y centros culturales de todo el país.

La preparación consiste en macerar ruda macho en caña blanca (o aguardiente) durante al menos siete días, aunque en muchos casos se inicia un mes antes. El consumo se realiza con tres tragos cortos, sin respirar entre ellos. La práctica se transmite oralmente, sin institucionalización, y combina saberes medicinales, creencias protectoras y vínculos con la Pachamama, figura de la cosmovisión andina adoptada y reinterpretada en distintas regiones.

El 1 de agosto y el calendario simbólico del campo

El mes de agosto es considerado, en buena parte del territorio rural argentino, como un periodo de transición energética y climática. Conocido como el “mes de los vientos” o “de los sustos”, es asociado a dolencias respiratorias, muertes de animales y ciclos de desgaste físico. En este contexto, el ritual de la caña con ruda forma parte de un calendario simbólico no oficial, transmitido por generaciones, donde el cuidado del cuerpo está íntimamente ligado al entorno natural.

Según investigaciones etnográficas de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), el 78% de los hogares rurales del NEA reconoce haber incorporado la caña con ruda como medida preventiva de salud en algún momento, especialmente en comunidades alejadas de los centros médicos formales.

Resignificación urbana y expansión cultural

En los últimos veinte años, la costumbre ha sido recuperada por colectivos feministas, ecologistas, movimientos sociales y radios comunitarias. En ferias populares y centros culturales de Buenos Aires, Córdoba, Rosario o La Plata, el ritual aparece junto a fogones, charlas sobre saberes medicinales, música y ofrendas simbólicas a la Tierra.

En contextos urbanos, la caña con ruda funciona como símbolo de resistencia cultural, expresión de memoria comunitaria y estrategia de reconexión con lo ancestral. Según un informe de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, el 42% de las personas que beben caña con ruda lo hace fuera del ámbito rural, y más del 60% la considera un acto de cuidado colectivo.

Saber medicinal y prevención ancestral

La ruda, planta utilizada en la preparación, posee propiedades digestivas, antiespasmódicas y antiparasitarias. Su uso, sin embargo, requiere precaución: no se recomienda en mujeres embarazadas, personas con enfermedades hepáticas o niños, debido a su toxicidad en dosis elevadas. Su combinación con alcohol de alta graduación actúa como vehículo para la extracción de sus principios activos.

Diversas comunidades campesinas y de pueblos originarios ya conocían estas propiedades antes del desarrollo de la farmacología moderna. Su empleo, junto a otras plantas como carqueja, poleo o menta, forma parte de un sistema tradicional de salud ligado al conocimiento del monte y de las estaciones.

Un ritual que interpela

Lejos de ser una superstición aislada, la caña con ruda condensa múltiples dimensiones: medicina popular, calendario simbólico, identidad territorial y vínculo espiritual con el ambiente. Su permanencia en el tiempo, su expansión hacia sectores urbanos y su resignificación en clave comunitaria plantean preguntas que van más allá de la práctica misma.

¿Qué saberes quedaron fuera del conocimiento oficial? ¿Qué lugar tienen los rituales populares en la salud y la cultura contemporánea? ¿De qué maneras se transmite hoy el vínculo con la Tierra?

Frente a la velocidad de los cambios, la persistencia de esta tradición cada 1° de agosto es también una forma de resistencia al olvido. Una manera de recordar que, en muchos rincones del país, los ciclos vitales aún se celebran con raíces profundas, una planta amarga y tres sorbos de historia.

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