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Competitividad. «Argentina no es cara por los impuestos, sino por los márgenes altos»

En la ExpoEFI 2025, el secretario de Coordinación Productiva, Pablo Lavigne, responsabilizó a los márgenes de ganancia empresariales por los altos precios en Argentina. Empresarios reaccionaron con dureza, y el trasfondo revela una estructura económica distorsionada, falta de competitividad y una carga fiscal que sigue siendo asfixiante.

ExpoEFI 2025. En un contexto económico aún inestable y con niveles de consumo deprimidos, las palabras de Pablo Lavigne durante la ExpoEFI resonaron con fuerza y despertaron controversia: “Argentina no es cara por los impuestos, sino por los márgenes altos”. La declaración, que buscó trasladar parte de la responsabilidad del encarecimiento del país al comportamiento del sector privado, fue interpretada como una provocación por amplios sectores del empresariado nacional.

La frase marcó un cambio de tono respecto al discurso liberal clásico que suele apuntar al Estado como principal generador de ineficiencias. En esta ocasión, Lavigne puso el foco en la microeconomía y en la estructura de precios de las empresas locales, muchas de las cuales operan en mercados altamente concentrados.

Críticas del sector: “Que alguien le acerque una escalera para que baje a tierra”
Las reacciones no tardaron en llegar. “Argentina es cara porque es un Estado sobredimensionado, por la burocracia, las leyes laborales, los impuestos. El 50% de un producto se va en impuestos.”, expresó con crudeza un empresario del sector industrial, visiblemente molesto con la liviandad del diagnóstico oficial.

Otro referente pyme fue más técnico, pero igual de crítico: “Que funcionarios hablen de márgenes empresariales y precios es preocupante. No es su rol marcar cuánto debe ganar una pyme, sino generar las condiciones para que haya inversión, previsibilidad y crecimiento. Argentina no es cara por los márgenes, sino por un Estado asfixiante, leyes laborales rígidas y una burocracia que ahuyenta al que produce. La comunicación oficial debería ser más estratégica. Cuando se habla en una expo tan prestigiosa, lo mínimo es chequear el impacto que tienen las palabras en quienes sostienen la economía todos los días”.

Estas respuestas ponen en evidencia una tensión subyacente: mientras el gobierno intenta avanzar hacia una macro más ordenada, los actores económicos reclaman que no se los responsabilice por las consecuencias de un sistema que, consideran, sigue siendo hostil a la producción.

Presión fiscal y falta de competencia: una combinación peligrosa
El cruce de visiones no es menor. La presión fiscal continúa siendo una de las más altas del mundo, con más del 47% del PBI afectado, según el IARAF. Pero a su vez, hay evidencias claras de márgenes inflados en mercados oligopólicos. Sectores como alimentos, higiene, tecnología y materiales de construcción operan con pocos jugadores, lo que facilita la fijación de precios sin relación directa con los costos.

El problema, entonces, no es uno solo. Hay una doble distorsión: un Estado costoso e ineficiente y un sector privado que, en ciertos rubros, opera sin competencia real. Esta combinación empuja los precios hacia arriba, mientras los salarios pierden poder adquisitivo y el consumo se retrae.

La percepción social: los precios no bajan y la bronca crece
Una encuesta reciente sobre percepción económica, realizada en Misiones por una fundación especializada, reveló que el 68% de los consultados cree que los productos están “remarcados por encima de lo razonable” y que “nadie controla los precios”. Este dato refleja una ciudadanía que ya no tolera el traslado de responsabilidades cruzadas y exige resultados concretos: menor inflación, acceso al consumo y estabilidad laboral.

Un dilema discursivo para el Gobierno
Al responsabilizar a las empresas por los precios altos, Lavigne parece abrir una segunda batalla discursiva: además del Estado, ahora también el sector privado debe revisar sus prácticas. Pero este giro puede resultar riesgoso si no viene acompañado de reformas estructurales y reglas claras que efectivamente impulsen la inversión, la competencia y la reducción real de costos sistémicos.

Mientras tanto, el malestar de los empresarios pone en jaque la cohesión de una alianza implícita que el Gobierno necesita preservar: la de los sectores que producen, generan empleo y tributan. El riesgo es que este tipo de declaraciones, lejos de promover el desarrollo productivo, terminen ahondando la desconfianza.

La economía argentina no es cara por un único motivo. Es cara porque conviven un Estado elefantiásico, una burocracia paralizante, reglas cambiantes, y mercados donde unos pocos definen precios. Simplificar el diagnóstico, desde cualquier lugar del espectro, es minimizar la complejidad del problema. El desafío no está en encontrar un único culpable, sino en generar un sistema donde producir, competir y crecer no sea una excepción, sino la norma. Y en ese camino, tanto el Estado como el sector privado tienen cuentas pendientes.

De la redacción EL FARO NEWS

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