Conmovedora despedida a Francisco: El Papa del Pueblo en su último Adiós
Miles de fieles y líderes mundiales despidieron al papa Francisco en un emotivo funeral en Roma, recordándolo como un pontífice cercano, humilde y comprometido con los más vulnerables.
Por LA NACION
El funeral congregó a aproximadamente 400.000 personas. Desde temprano, una multitud emocionada se reunió para rendir homenaje. Aproximadamente 250.000 personas coparon la Plaza de San Pedro, mientras otras 150.000 acompañaron el último recorrido del féretro en papamóvil hasta la Basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco eligió descansar en una tumba austera, fiel a su estilo de vida sencillo.
El cardenal Giovanni Battista Re, encargado de la homilía, destacó que Francisco fue «un Papa que caminó entre su pueblo», una definición que encontró eco en cada rincón de la ceremonia: la presencia de los marginados en el cortejo, el clima de oración comunitaria y la ausencia de pompas excesivas.
El evento contó con la participación de 130 delegaciones oficiales, incluidos 50 jefes de Estado y 10 monarcas, una muestra del profundo respeto que el mundo entero le profesaba.
Entre los líderes presentes, llamó la atención el encuentro entre Donald Trump y Volodímir Zelenski en la Basílica de San Pedro, un gesto de diálogo que muchos interpretaron como un reflejo del espíritu conciliador que Francisco promovió durante su papado.
Organizaciones sociales, fieles de distintas culturas y representantes religiosos destacaron el legado de cercanía y compromiso social de Francisco. Sin embargo, sectores más conservadores dentro del Vaticano observaron con cautela la continuidad de las reformas que él impulsó, abriendo interrogantes sobre el rumbo futuro de la Iglesia.
La magnitud de la despedida y la pluralidad de los asistentes confirman que el Papa Francisco no solo lideró una comunidad religiosa, sino que encarnó una esperanza de unidad y diálogo en tiempos de fragmentación global.
Francisco asumió su papado bajo la premisa de construir «una Iglesia en salida», cercana a los pobres y atenta a las periferias. Su funeral, lejos de ser un acto reservado a la élite eclesiástica, fue un testimonio vivo de esa visión: un evento abierto, popular y diverso.
A corto plazo, su partida deja un vacío en la conducción de una Iglesia que aún enfrenta desafíos profundos, desde la secularización hasta las tensiones internas. A largo plazo, su legado plantea un estándar difícil de igualar: el de un pontífice que prefirió los gestos de humanidad por encima de las liturgias del poder.
En un tiempo donde la humanidad busca nuevos caminos de encuentro y esperanza, su despedida refuerza un mensaje esencial: la fe auténtica se construye caminando junto al pueblo.