El desafío económico: ¿estabilidad o espejismo preelectoral?
El Gobierno muestra señales de calma en los mercados, pero los efectos reales aún no impactan en la economía cotidiana ni garantizan sostenibilidad.
Tras meses de turbulencias, el equipo económico de Javier Milei consiguió una aparente estabilización del dólar y una desaceleración inflacionaria. Sin embargo, este “orden” responde más a una fuerte recesión que a un crecimiento estructural. El consumo interno se desplomó, la actividad industrial cae y los salarios siguen muy por detrás del costo de vida.
El llamado “ancla fiscal” —basado en recortes masivos y licuación del gasto público— genera alivio en las cuentas del Estado, pero al costo de paralizar sectores clave. No hay medidas concretas de reactivación productiva ni un plan de fortalecimiento del mercado interno. La baja de precios es una consecuencia directa de la contracción, no de una política económica sólida.
Mientras tanto, se consolida un modelo con foco financiero: se premia al capital especulativo y se postergan reformas de fondo como una nueva matriz tributaria o el estímulo a las exportaciones con valor agregado. La expectativa de gobernabilidad está atada al calendario electoral y al humor de los mercados, no a una mejora en las condiciones de vida de la población.
El desafío real es construir una economía que no dependa del ajuste como única herramienta. El Gobierno de Milei enfrenta la disyuntiva entre sostener este rumbo de enfriamiento o virar hacia un modelo que incluya desarrollo, inversión y empleo. De lo contrario, la supuesta estabilidad será apenas un espejismo, vulnerable al menor cambio de contexto político o externo.
