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Descubren en Perú una tumba ceremonial de una importante mujer con una datación histórica

El hallazgo en Áspero, una ciudad de la civilización Caral (en la costa central del Perú), revela que las mujeres ocuparon altos cargos sociopolíticos desde los orígenes de la sociedad andina. Entre los objetos funerarios destaca un manto hecho con plumas de guacamayo amazónico, una de las piezas más antiguas de plumería ritual halladas en Sudamérica.

Un equipo de arqueólogos encontró recientemente la tumba de una mujer de élite que vivió hace aproximadamente 5.000 años en el asentamiento precerámico de Áspero, parte de la civilización de Caral, considerada la más antigua de América. El descubrimiento, liderado por la antropóloga Ruth Shady y su equipo en la Zona Arqueológica Caral (ZAC), ha generado un renovado interés en el rol de las mujeres en los orígenes del poder político andino.

La tumba, en excelente estado de conservación, contenía restos humanos acompañados por un ajuar funerario compuesto por un manto con plumas de guacamayo, un pico de tucán incrustado con piedras verdes y cuentas hechas con materiales amazónicos. “Estos elementos no solo evidencian un alto estatus social, sino que demuestran la existencia de redes de intercambio interregionales ya activas hace cinco milenios”, explicó David Palomino, arqueólogo del equipo de investigación.

El hallazgo se suma a una serie de evidencias que muestran que las mujeres no solo participaron activamente en las sociedades prehispánicas, sino que también ocuparon cargos jerárquicos. “Las mujeres desempeñaron funciones relevantes en los ámbitos sociopolítico, económico y religioso desde los inicios de la civilización Caral”, afirmó Ruth Shady directora de la ZAC en declaraciones a la prensa peruana.

Este descubrimiento no es aislado. En 2016, los arqueólogos encontraron la tumba de la llamada “Dama de los Cuatro Tupus”, y en 2019, la de un “hombre de élite”. Ambos entierros, como el reciente, se ubicaron en plataformas monumentales, rodeados por objetos rituales, lo que sugiere la existencia de una clase dirigente tanto masculina como femenina en Caral, una cultura que floreció entre 3000 y 1800 a.C.

El carácter excepcional del entierro también se manifiesta en la técnica de plumería utilizada para confeccionar el manto. Según un informe del Smithsonian Magazine, este panel de plumas representa uno de los ejemplos más antiguos de arte plumario ritual andino. Técnicas similares reaparecerían milenios después en culturas como la Chimú e Inca, lo que sugiere una continuidad cultural y tecnológica en la región.

A nivel bioantropológico, los restos conservan tejidos blandos como piel, uñas y cabello, lo que permitirá estudios isotópicos y paleodietéticos. Estos análisis podrían ofrecer datos sobre su alimentación, lugar de procedencia y enfermedades. De acuerdo con investigaciones previas sobre la dieta en Caral, el sustento alimenticio se basaba principalmente en plantas domesticadas como zapallo, frijol y batata, con consumo marginal de maíz y productos marinos.

El contexto en el que fue hallada esta tumba refuerza una de las hipótesis más significativas de los últimos años: el surgimiento de sociedades complejas en Sudamérica no dependió exclusivamente de la cerámica, la metalurgia o la escritura. Por el contrario, Caral representa una civilización urbana, agrícola y marítima que desarrolló un sistema simbólico y político propio. Como señaló el arqueólogo Jonathan Haas en The Guardian, «la civilización Caral no fue un imperio centralizado, sino una red de centros interconectados con estructuras de poder compartidas».

Asimismo, el descubrimiento permite trazar paralelismos con entierros posteriores como el de la Señora de Cao, una gobernante moche del siglo IV d.C. enterrada en El Brujo (Departamento de La Libertad, Perú) con ajuares suntuosos, tatuajes rituales y cetros de mando. Aunque separadas por casi tres mil años, ambas mujeres comparten signos de poder ceremonial, implicando una continuidad en el liderazgo femenino a lo largo de la historia prehispánica.

Este nuevo hallazgo obliga a revisar el modelo tradicional sobre el origen de las civilizaciones andinas, particularmente en lo que respecta al rol de género en las estructuras de autoridad. En palabras de Shady, “la evidencia arqueológica es clara: el poder en Caral no fue monopolio masculino”.

La tumba de esta mujer de élite —cuya identidad aún es un misterio— abre la puerta a futuras investigaciones que podrían redefinir no solo el rol femenino en el surgimiento de las primeras ciudades de América, sino también la forma en que entendemos el desarrollo social y político de las civilizaciones originarias del continente.

¿Qué otras voces femeninas del pasado permanecen enterradas bajo el silencio de la historia? El hallazgo en Áspero invita a excavar no solo en la tierra, sino en las narrativas heredadas.

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