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¿Y si el problema no es el niño que no lee?

Los datos alertan sobre la dificultad en la lectura en la infancia, pero especialistas invitan a revisar también qué condiciones sociales, familiares y escolares están detrás.

Mientras los índices de comprensión lectora en niños continúan en caída, crece también una pregunta urgente: ¿estamos mirando el problema desde el lugar correcto? Aunque el foco suele ponerse en los alumnos que “no aprenden”, cada vez más voces del ámbito educativo advierten que el desafío es colectivo y estructural.

La alfabetización no ocurre en el vacío. Necesita tiempo, acompañamiento, recursos y un entorno emocionalmente seguro. La lectura no es solo una habilidad técnica, sino una experiencia profundamente cultural y social. Aprender a leer implica entrar en un mundo simbólico, y para eso, los niños deben contar con adultos presentes que lean con ellos, instituciones que los contengan y políticas que sostengan procesos a largo plazo.

Según datos recientes, más de la mitad de los estudiantes de tercer grado no logra comprender lo que lee. Sin embargo, muchos especialistas piden no convertir esto en una culpa individual ni reducirlo a una falla pedagógica.

Por eso, más que una alarma, el escenario actual debería ser un llamado a la acción. Pensar la lectura como un derecho implica garantizar tiempo escolar de calidad, libros accesibles, docentes acompañados y familias sostenidas. Y entender que cuando un niño no lee, lo que falta no siempre es esfuerzo: a veces, falta comunidad.

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