El día que Caparroz y 18 dragones tomaron Martín García en 1813
En julio de 1813, el teniente José Caparroz, con solo 18 hombres, logró que 70 soldados realistas abandonaran la isla de Martín García sin presentar combate. Un parte militar reveló que dejaron todas sus municiones. Hoy, su nombre permanece ausente de los manuales escolares.
El acontecimiento se dió específicamente el 6 de julio de 1813, en plena guerra por la independencia del Río de la Plata, un hecho singular alteró el dominio estratégico del río homónimo. Ese día, el teniente José Caparroz, al mando de una partida de 18 dragones de la Patria, una unidad colonial de caballería de clase veterana, atacó la isla de Martín García, ocupada por 70 soldados españoles. Sorprendentemente, los realistas huyeron sin entablar combate, abandonando municiones, armas y víveres que quedaron en manos del bando patriota.
El episodio, documentado en partes militares de la época, carece de la magnitud bélica de otras campañas, pero condensa una escena típica del conflicto independentista: acción rápida, movilidad reducida y resolución militar inesperada. La isla, ubicada en la desembocadura del río Uruguay, era clave para el control del tránsito fluvial y el acceso a Buenos Aires, lo que convierte la maniobra en una jugada de alto valor táctico en el teatro de operaciones del litoral.
Martín García había sido ya escenario de enfrentamientos en el marco de las campañas navales patriotas:
Según análisis de historiadores como Liliana Brezzo, el dominio de las rutas fluviales no sólo respondía a fines defensivos, sino también económicos y logísticos, en un contexto en que la revolución intentaba consolidarse ante una estructura colonial aún activa.
El hecho de que una tropa ampliamente superada en número lograra el repliegue enemigo sin bajas ni enfrentamiento abierto fue interpretado en partes oficiales como una señal de desmoralización en las filas realistas. Sin embargo, la figura de Caparroz no logró proyectarse más allá de ese acto. No existen registros concluyentes sobre su destino posterior ni sobre condecoraciones relevantes.
En estudios de historiadores como Norberto Galasso o Tulio Halperín Donghi, se advierte que la historiografía tradicional ha privilegiado los grandes nombres y batallas, relegando las acciones menores que, como esta, resultaron decisivas para la dinámica de la guerra. Este sesgo ha generado una historia de la independencia más centrada en las capitales que en los márgenes, donde muchos oficiales como Caparroz actuaron con escasos recursos y sin garantías de reconocimiento.
Además del impacto militar, la recuperación de la isla implicó el acceso a pertrechos esenciales para sostener campañas futuras:
La pérdida para los realistas supuso una brecha en el control territorial de las provincias rioplatenses, hecho que se reflejaría en los meses siguientes con una pérdida sostenida de influencia en la región.
La acción de Caparroz ofrece una ventana para repensar la independencia no solo como una serie de gestas heroicas, sino como un proceso fragmentario, en el que la iniciativa individual y la capacidad de acción táctica jugaron un rol crucial. También invita a revisar críticamente las formas de construir memoria y ponderar la participación de figuras que no integran el canon patriótico tradicional.
Al cumplirse un nuevo aniversario de aquella acción en Martín García, la efeméride convoca no solo a conmemorar una victoria puntual, sino también a reflexionar sobre las ausencias en la narrativa histórica nacional. Nombres como el de José Caparroz —efímeros en los documentos, decisivos en el terreno— evidencian que la independencia fue también obra de los anónimos. Volver sobre ellos no es solo un ejercicio de memoria: es un deber con la verdad histórica. Así como invitarnos a comprender que la patría no solo nació y se hizo sólo a través de las grandes gestas, sino además muchas pequeñas acciones que no fueron impulsadas por el reconocimiento o que no quedaron plasmadas en los atriles patrios, pero que perduran en el sentir nacional.