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El hospital “El Castillo”, cuna de la salud en Eldorado

El Hospital “El Castillo” fue el primer centro de salud de Eldorado. Su particular arquitectura, los recuerdos de médicos y pacientes, así como las historias que lo rodean, lo convierten en un símbolo de la memoria sanitaria de Misiones.

La salud en los inicios de la colonia

Cuando la Colonia Eldorado fue fundada en 1919 por inmigrantes europeos liderados por Adolfo Schwelm, el acceso a la salud era limitado. En los primeros años, la atención médica se resolvía en forma doméstica, con remedios caseros y la intervención de boticarios improvisados. Solo algunos médicos llegaban desde Posadas o Puerto Iguazú, pero sus visitas eran esporádicas.

En los relatos de la época, los pioneros mencionaban que los partos, las fracturas y hasta las epidemias debían resolverse en las casas de familia. El transporte hasta los centros urbanos más grandes podía demorar días, lo que convertía a cada enfermedad en un desafío.

Con el crecimiento poblacional en la década de 1930, surgió la necesidad de un establecimiento de salud permanente. Allí aparece la figura del Hospital El Castillo, que marcaría un antes y un después en la atención sanitaria de la zona.

El origen y diseño del Hospital El Castillo

El hospital fue inaugurado en la década de 1930, impulsado por la necesidad de la colonia de contar con un espacio de atención médica estructurada. Fue entonces cuando Jakob Bothner, un inmigrante alemán de oficio albañil, decidió construir un edificio con fines hospitalarios. Aunque inicialmente pensó en destinarlo a la atención de soldados heridos de la Primera Guerra Mundial, las restricciones migratorias impidieron su ingreso al país. Ante esta situación, Bothner optó por alquilar la construcción al Ministerio de Salud Pública de la Nación, convirtiéndola en el primer hospital de la ciudad.

El edificio se levantó sobre una elevación de la ciudad y recibió rápidamente el apodo de “El Castillo” por su diseño singular: torres, ventanales arqueados y un estilo que recordaba a las construcciones europeas medievales.

No se trataba solo de un centro asistencial, sino de un símbolo de modernidad. Contaba con salas de internación, quirófanos básicos y consultorios que permitían, por primera vez en Eldorado, concentrar en un solo lugar servicios médicos que antes estaban dispersos.

El diseño arquitectónico, además de cumplir una función práctica, transmitía solidez y permanencia, como si la colonia afirmara que la salud ya no sería una cuestión improvisada.

Función social y sanitaria

Durante las décadas de 1940 y 1950, El Castillo se convirtió en el eje de la salud pública local. Allí nacieron generaciones de eldoradenses, se realizaron las primeras cirugías de la zona y se atendieron emergencias de toda la región.

El hospital recibía pacientes no solo de Eldorado, sino también de localidades vecinas. Según archivos municipales, era habitual que familias viajaran desde Montecarlo o Puerto Piray para atenderse en sus instalaciones.

Un testimonio de la enfermera jubilada Elvira M., recogido en entrevistas orales en 1998, recuerda: “En esas salas se escuchaban todos los idiomas: alemán, polaco, castellano. Era un hospital de colonias, pero también de pueblos cercanos. La gente llegaba con fe, porque sabían que aquí los iban a recibir” (Archivo Histórico Municipal de Eldorado).

Testimonios de trabajadores y pacientes

Los recuerdos de quienes trabajaron allí son múltiples. Médicos jóvenes que iniciaban su carrera, enfermeras que vivían dentro del hospital, pacientes que permanecían internados largas semanas.

En un relato recogido por el historiador local Juan S. Kraus, un médico de la década del 50 afirmaba: “Trabajar en El Castillo era estar en el corazón de la colonia. No solo curábamos, también conocíamos las historias de cada familia” (El Territorio, 2023).

Por su parte, algunos vecinos recuerdan que el hospital tenía un carácter comunitario: las colectas de medicamentos y los aportes de asociaciones de colonos eran comunes, porque el presupuesto público aún era escaso.

De El Castillo al Hospital SAMIC

El crecimiento demográfico y las nuevas necesidades sanitarias llevaron, en la década de 1970, a la inauguración del Hospital SAMIC Eldorado, un centro de mayor complejidad. Desde entonces, El Castillo fue perdiendo protagonismo hasta dejar de funcionar como hospital.

La transición refleja la evolución de la salud pública en Misiones: de un sistema basado en esfuerzos comunitarios y arquitecturas simbólicas, a una red hospitalaria provincial con recursos estatales más amplios.

Las historias paranormales

El imponente edificio, con su aspecto de fortaleza y pasillos oscuros, también alimentó leyendas. Durante los años en que el hospital dejó de funcionar, circularon historias de apariciones, voces en los corredores y luces encendidas sin explicación.

Vecinos cercanos aseguran haber escuchado lamentos durante las noches. Otros relatan que se veían siluetas en las ventanas altas, incluso cuando el edificio estaba vacío.

Si bien nunca se registraron pruebas concretas, los relatos forman parte del imaginario popular de Eldorado y contribuyen al carácter mítico de El Castillo.

Estado actual del edificio y su rol social

En 2011, el Honorable Concejo Deliberante de Eldorado declaró al edificio como Patrimonio Histórico y Cultural Municipal, reconociendo su importancia en la identidad de la ciudad.

Hoy, el edificio de El Castillo sigue en pie. Aunque ya no cumple funciones sanitarias, se conserva como espacio de memoria colectiva.

Organizaciones culturales y vecinos han reclamado en diversas ocasiones su preservación, ante el deterioro visible en su estructura. Su valor trasciende lo arquitectónico: es un testimonio de cómo una comunidad enfrentó los desafíos de la salud en tiempos de carencias.

El historiador Héctor L. Acosta resume: “El Castillo no fue solo un hospital, fue un refugio, un espacio donde los colonos entendieron que la salud debía ser una construcción colectiva” (El Territorio, 2020).

La historia del Hospital El Castillo es, en definitiva, la historia de Eldorado y de la provincia de Misiones en el siglo XX: el paso de la precariedad a la institucionalidad, de la improvisación a la organización. Su legado permanece en la memoria de quienes lo habitaron y en la arquitectura que todavía vigila la ciudad desde lo alto.

Preservar este edificio y sus historias es preservar la identidad sanitaria y social de una región que encontró, en esas paredes, un símbolo de comunidad.


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