Elecciones en Eldorado. Fragmentación, reciclaje y un futuro sin proyecto
El 8 de junio se celebran elecciones municipales en Eldorado, pero el sistema de lemas, la fragmentación opositora y el reciclaje político siembran dudas sobre el verdadero sentido del voto.
Eldorado votará, pero ¿realmente elegirá? La jornada electoral se aproxima con la familiaridad de una rutina gastada: sublemas que repiten caras conocidas, oposiciones desmembradas y pactos invisibles que sostienen el statu quo. Una elección que parece más una formalidad institucional que una posibilidad de transformación.
El Frente Renovador de la Concordia (FRC) —dueño de la maquinaria provincial— llega con múltiples sublemas y un discurso flexible que lo vuelve todo terreno. Bajo el paraguas de un “misionerismo” ideológicamente neutro, incorpora a peronistas, radicales y desencantados de otras filas, que vuelven a escena con nuevos logos pero las mismas intenciones.
Mientras tanto, la oposición transita dividida y desorientada. El campo libertario, escindido entre La Libertad Avanza y el Partido Libertario, se autoboicotea. La figura de Martín Arjol, que pasó sin escalas de la UCR al anarcocapitalismo, refleja ese desconcierto político. En este escenario, cambiar de partido es casi un deporte cotidiano.
La alianza Unidos por el Futuro —herederos del experimento electoral de Milei en 2023— intenta revivir una fórmula nacional que ya no existe ni en los afiches. Las contradicciones internas son tantas que parecen haber olvidado que hace apenas un año fiscalizaban juntos. La coherencia ha dejado de ser una exigencia.
El peronismo, agrupado en Confluencia Popular por la Patria, apela a un relato clásico del Estado protector. Pero entre las gestiones renovadoras y los nuevos matices internos del propio peronismo, su mensaje se diluye en la confusión de identidades.
A la periferia del poder, sobreviven fuerzas menores: el Partido Obrero, Por la Vida y los Valores, y Tierra, Techo y Trabajo. Sumados, apenas logran colorido testimonial sin fuerza gravitacional real.
Lo que sí mantiene su poder es el sistema de lemas, esa ingeniería electoral que permite ganar sin ser directamente elegido. Una anomalía que perpetúa modelos agotados y posterga el surgimiento de nuevas opciones genuinas.
En este contexto, el ciudadano común se encuentra una vez más frente a una boleta que no lo entusiasma, entre candidatos reciclados y promesas recicladas. Vota, pero con desconfianza. Participa, pero sin convicción.
Y ahí está el dilema de fondo: ¿qué sentido tiene votar si no elegimos un rumbo? ¿Qué democracia construimos cuando el sistema favorece la repetición por encima del cambio?
Eldorado no necesita simplemente nuevos nombres en las listas. Necesita una nueva conversación política, un debate real sobre qué ciudad quiere ser. Porque sin visión de futuro, sin planificación y sin coraje político, votar se convierte en un trámite. Y la democracia, en un decorado.