Hermanos Zettelmann, pioneros productivos de Eldorado
Carlos y José Zettelmann arribaron a Eldorado en 1927 junto a su madre tras el fallecimiento de su padre, iniciando un emprendimiento agrícola que se convirtió en referente local con producción de yerba mate y cítricos, packing y concesionaria de automóviles, antes de su declive en 1962; hoy su legado permanece en la toponimia y memoria de la ciudad.

Llegada y contexto histórico
Eldorado recuerda a los hermanos Carlos y José Zettelmann como referentes del desarrollo local, una historia forjada con trabajo, innovación y perseverancia. Su trayecto, desde la llegada en 1927 hasta su despliegue económico y su posterior quiebre, ofrece una visión fiel del impulso pionero que consolidó los cimientos de “La Capital del Trabajo”.
En un entorno marcado por la colonización europea iniciada en 1919 por Adolfo Julio Schwelm, Eldorado recibió en 1927 a la viuda del señor Zettelmann con sus hijos Carlos y José, quienes decidieron honrar el deseo de su padre fallecido durante el viaje y establecerse en Misiones. La colonia, formada por inmigrantes alemanes, daneses y suizos, era aún una frágil promesa de progreso emergente en plena selva misionera (El Territorio, 2019).
Desarrollo productivo de la familia Zettelmann
Los hermanos emprendieron con escasos recursos, inicialmente dedicándose a la tala de madera y al cultivo de yerba mate hasta que logran extenderse al cultivo de cítricos, eucaliptos, pinos y tung. Instalando un secadero moderno, alcanzaron una producción anual notable: 1.200.000 kg de yerba y 60.000 cajones de cítricos —naranjas, limones y pomelos—. Posteriormente, se convirtieron en agentes de Shell Mex Argentina y, en 1947, construyeron un edificio moderno para su concesionaria de automóviles Dodge (Periodismo Misionero, 2019).
Según el agrimensor Hugo López, autor de un estudio sobre nomenclatura local, los Zettelmann “dieron uno de los más notables ejemplos de lo que se puede lograr cuando se trabaja con capacidad y perseverancia” (El Territorio, 2022).
El declive y ruptura del proyecto familiar
En 1962, se desató una huelga ferroviaria prolongada que paralizó los trenes de carga en todo el país. Los Zettelmann tenían lista para embarcar una gran partida de naranjas que debía llegar a Hamburgo. Sin el transporte, la fruta quedó varada. Al tratarse de un producto perecedero, en cuestión de días comenzaron las pérdidas: primero los costos de almacenamiento, luego la descomposición de la fruta. Finalmente, todo el embarque se perdió.
La consecuencia más grave fue la caída del contrato exportador. En la posguerra, Alemania era un mercado muy demandante de cítricos, pero al incumplirse el envío pactado, la empresa Zettelmann perdió credibilidad comercial. Este hecho golpeó directamente a sus finanzas, ya que las exportaciones representaban el corazón de su crecimiento.
La tragedia personal vino al mismo tiempo: José Zettelmann falleció en ese mismo período. La muerte de uno de los dos hermanos que lideraban el emprendimiento coincidió con el colapso económico. El negocio, que hasta entonces había sido un orgullo de la región, no logró recuperarse de ese doble golpe.
Reconocimientos formales y memoria colectiva
La memoria local reconoce el legado de los Zettelmann. Una calle de Eldorado, Pionero Zettelmann, ubicada en el barrio Autódromo, lleva su nombre como homenaje al esfuerzo pionero y su contribución al crecimiento de la ciudad.
En tiempos recientes, esta calle fue objeto de mejoras urbanas: en mayo de 2023 se instalaron luminarias LED para incrementar la eficiencia energética y la seguridad. Luego, en marzo de 2025, se ubicaron cámaras de videovigilancia como parte de una iniciativa conjunta entre la Municipalidad, la Policía provincial y la Cooperativa Eléctrica.
La historia de los hermanos Zettelmann encarna la esencia del esfuerzo pionero que caracterizó a Eldorado: audacia, trabajo sostenido, innovación productiva y la construcción de un legado tangible. Su éxito, prolongado y diversificado, y su caída repentina ofrecen lecciones sobre los desafíos de la economía regional frente a factores externos. La continuidad de su memoria —a través de toponimia y obras públicas— refrenda el valor de recordar la trayectoria de quienes impulsaron, sin pretensiones, el desarrollo de una comunidad. Su legado invita al lector a valorar las raíces que sostienen la identidad colectiva y a considerar cómo las historias de resiliencia configuran el presente de Eldorado.