Leandro N. Alem. Del radicalismo al legado republicano
El 1 de julio de 1896, Leandro N. Alem se quitaba la vida en medio de una crisis política y personal. Fundador de la Unión Cívica Radical, su legado perdura en partidos, ideales democráticos y localidades que llevan su nombre, como la misionera ciudad de Alem, fundada formalmente en 1926.
Leandro N. Alem: El suicidio que sacudió la política argentina
Hoy se conmemora un nuevo aniversario de la muerte de Leandro Nicéforo Alem, fundador de la Unión Cívica Radical (UCR), referente del republicanismo argentino y figura clave en la transición hacia una política moderna en el país. El 1 de julio de 1896, agobiado por la derrota y el desencanto, Alem se suicidó en su carruaje en el barrio porteño de Belgrano. Tenía 54 años.
Alem había liderado la Revolución del Parque en 1890, un levantamiento cívico-militar que forzó la renuncia del entonces presidente Miguel Juárez Celman, cuestionado por corrupción y autoritarismo. Aquella revuelta, aunque frustrada en el plano militar, marcó el inicio de un proceso de transformación política en Argentina. La Unión Cívica Radical que él fundó en 1891 se consolidaría como una fuerza de oposición permanente al régimen del Partido Autonomista Nacional, el partido oficialista de la llamada «República Conservadora».
A lo largo de su vida pública, Alem denunció el fraude electoral, el clientelismo y la concentración del poder político. En un país donde el voto aún no era ni secreto ni obligatorio, abogó por una política participativa, republicana y moralmente sólida. Su figura generó respeto incluso entre sus opositores por su austeridad y su negativa sistemática a negociar con sectores que consideraba corruptos o antidemocráticos.
Su muerte dejó una fuerte huella en la historia política del país:
En su carta final, dirigida a sus correligionarios, escribió: «No me tengáis rencor: haced de mí una bandera.» Esa frase fue adoptada como lema por el radicalismo y símbolo de intransigencia ética en el que se forjó la figura de Hipólito Yrigoyen, su sobrino y futuro presidente, elegido por voto secreto y obligatorio en 1916 tras la sanción de la Ley Sáenz Peña.
Hoy, a más de un siglo de su fallecimiento, su nombre designa localidades en Misiones, San Luis y Buenos Aires. En el caso de la ciudad de Leandro N. Alem (Misiones), el cambio de nombre fue oficializado en 1926, en honor a quien había representado una esperanza de renovación institucional. El gesto evidencia cómo la memoria de Alem excede lo partidario y se inscribe en la geografía nacional como símbolo de una época.
La figura de Leandro N. Alem representa una inflexión entre dos siglos:
El del liberalismo oligárquico y el de las democracias populares. Aunque su vida terminó abruptamente, su legado político permaneció vigente en los principios de transparencia electoral, república, y participación ciudadana que aún articulan el debate público.
Alem no dejó un gobierno, pero dejó una doctrina. Una pregunta recorre este aniversario: ¿qué tan lejos estamos, hoy, de los valores que él defendió? En una época de desconfianza hacia la política, el legado de Alem sigue desafiando a las instituciones a responder con integridad, democracia real y compromiso con la ciudadanía.
