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Manuel Belgrano y la bandera. El legado que flamea eterno

A 205 años de su muerte, Argentina rinde homenaje al creador de la enseña patria y prócer de múltiples causas. Murió en la pobreza, sin honores ni reconocimiento. Un eclipse solar marcó el cielo el día de su fallecimiento.

Este 20 de junio se conmemora un nuevo Día de la Bandera Argentina, fecha que recuerda el paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano, creador del símbolo patrio que hoy une a los argentinos. La jornada no solo remite al origen de la bandera celeste y blanca, sino también al legado de un hombre que fue abogado, economista, militar, educador y revolucionario. Belgrano murió en 1820, sin homenajes ni gloria, mientras el país atravesaba una profunda crisis interna.

En un acto de compromiso patriótico sin precedentes, Belgrano creó la bandera nacional el 27 de febrero de 1812 a orillas del Paraná, en la actual ciudad de Rosario. Inspirado por los colores de la escarapela, izó por primera vez la enseña celeste y blanca frente a sus soldados, buscando diferenciarse del ejército realista. Si bien en un principio el gobierno rechazó su uso, años más tarde, en 1816, el Congreso de Tucumán la adoptó oficialmente como símbolo de la Nación. El Sol de Mayo se incorporó en 1818, reforzando el vínculo con la Revolución de Mayo y las culturas originarias.

Pero la historia de Belgrano no se limita a la creación de la bandera. Fue uno de los pocos líderes del período independentista que renunció a premios y privilegios personales. Donó su sueldo y el dinero recibido por sus victorias militares para la creación de escuelas en el norte del país. Abogó por la educación femenina, las escuelas de oficios y la alfabetización popular, en un tiempo donde la instrucción era privilegio de pocos.

En lo militar, comandó con coraje el Ejército del Norte, con triunfos decisivos como Tucumán y Salta, claves para frenar el avance español. No era militar de carrera, pero asumió la responsabilidad con disciplina y sentido del deber. Su liderazgo durante el Éxodo Jujeño demostró su compromiso total con la causa patriótica, aún a costa del sufrimiento popular.

A pesar de su entrega, murió el 20 de junio de 1820 prácticamente en el olvido. La ciudad de Buenos Aires no decretó duelo oficial y la noticia de su muerte pasó desapercibida entre luchas internas por el poder. Solo el doctor que lo asistió, el periodista y poeta Juan José Castelli, lo despidió con respeto. Como paradoja poética, un eclipse solar cubrió parcialmente el cielo argentino aquel día, como si la naturaleza hubiese ofrecido el luto que el Estado le negó.

Hoy, a más de dos siglos de su muerte, el Monumento Nacional a la Bandera en Rosario es sede del acto central, donde se reúnen autoridades, estudiantes y ciudadanos a rendir homenaje. En todo el país, alumnos de cuarto grado prometen lealtad a la bandera, reafirmando su compromiso con los valores que Belgrano defendió: educación, honestidad y libertad.

Recordar a Belgrano no es solo una obligación escolar ni un acto ceremonial. Es una oportunidad para repensar el país que queremos y los valores que guían nuestra identidad colectiva. Porque flamear una bandera no basta: hay que sostener sus principios en el viento de cada día.

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