Pobreza en baja: un alivio para Milei con múltiples desafíos
El Gobierno de Javier Milei recibió un respiro político con la última medición del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC): la pobreza descendió al 31,6% y la indigencia al 6,9% durante el primer semestre de 2025. Se trata de la cifra más baja registrada desde 2022, y representa un cambio de tendencia después del pico de 52,9% alcanzado en los primeros meses de su mandato. Sin embargo, el alivio que muestran las estadísticas es solo una parte de la historia. El Gobierno enfrenta ahora la doble tarea de sostener esta tendencia y actualizar los métodos de medición, aun si eso significa revelar cifras más desfavorables.

Del colapso a la estabilización
Cuando Milei asumió la presidencia en diciembre de 2023, heredó una economía en crisis. La gestión de Alberto Fernández cerró con un 41,7% de pobreza y 11,9% de indigencia. A los pocos meses, el efecto inicial del ajuste libertario disparó esas cifras hasta el 52,9% y el 18,1%, respectivamente. El impacto social fue severo, pero transitorio: según el propio INDEC, el segundo semestre de 2024 mostró una fuerte baja, con 38,1% de pobreza y 8,2% de indigencia. La nueva medición consolida esa tendencia.
Una comparación incómoda pero necesaria
En términos absolutos, los datos son todavía alarmantes: más de 9,5 millones de personas viven en situación de pobreza y 2,1 millones no logran cubrir siquiera una alimentación básica. El Gobierno celebra haber “sacado a 12 millones de personas de la pobreza”, como parte de su narrativa triunfalista. Pero estos números siguen reflejando un problema estructural. La comparación con la gestión anterior favorece políticamente a Milei, pero no debe nublar el hecho de que millones de argentinos aún están atrapados en la vulnerabilidad.
El debate por la metodología
Uno de los principales desafíos que enfrenta el Ejecutivo es actualizar la metodología de medición. La canasta básica sobre la que se calculan pobreza e indigencia se basa en patrones de consumo obsoletos, lo que pone en cuestión la representatividad de los datos. Desde distintos sectores —incluso dentro de la oposición— crece el reclamo por un nuevo enfoque estadístico que contemple la realidad actual. Sin embargo, un cambio metodológico podría arrojar cifras más duras y restar rédito electoral.