¿Puede estallar otra guerra mundial? Las claves históricas
Los mecanismos que convirtieron las guerras del siglo XX en conflictos globales vuelven a activarse en el escenario geopolítico actual. El 40 % de los expertos cree probable una gran guerra antes de 2035, según el Atlantic Council.
La historia ofrece patrones que, en momentos de alta tensión internacional, pueden volver a repetirse. Las dos guerras mundiales del siglo XX se desencadenaron a partir de conflictos regionales que se expandieron por una combinación de alianzas automáticas, rivalidades imperialistas, escaladas militares y nacionalismos intransigentes. Hoy, a más de ochenta años del fin de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones que entonces llevaron a millones a la guerra parecen estar reapareciendo, con nuevos actores, tecnologías y formas de confrontación.
La Primera Guerra Mundial comenzó en 1914 tras el asesinato del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando:
Ese hecho, puntual pero simbólicamente cargado, activó una serie de pactos militares preexistentes entre potencias europeas. El sistema de alianzas transformó rápidamente un conflicto local en una guerra continental, y luego mundial. Como han señalado historiadores como Christopher Clark, los Estados se embarcaron en el conflicto sin comprender plenamente las consecuencias de sus actos ni contar con mecanismos eficaces de contención diplomática (The Week “How close are we to World War Three?”, 2024).
Veinte años después, la Segunda Guerra Mundial estalló con la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi:
Una vez más, las alianzas internacionales —como el pacto entre Gran Bretaña y Polonia— precipitaron una respuesta militar en cadena. El conflicto se expandió rápidamente a todos los continentes, combinando guerra convencional, ideológica y tecnológica. El rol del resentimiento nacional, la propaganda estatal y la debilidad de los organismos internacionales contribuyeron al colapso del orden mundial de entreguerras.
En la actualidad, los principales centros de análisis estratégico advierten sobre similitudes inquietantes:
Según el informe del Atlantic Council “Welcome to 2035” (2024), el 40 % de los expertos en relaciones internacionales considera probable un conflicto armado de escala global antes de 2035. En el mismo sentido, The Guardian (“Are we heading for another world war?”, mayo 2025) identifica una combinación de tensiones regionales interconectadas —Ucrania, Medio Oriente, Taiwán, Corea del Norte, África subsahariana— que, aunque aún fragmentadas, podrían derivar en una escalada simultánea si no se establecen mecanismos eficaces de distensión.
El conflicto entre Rusia y Ucrania, iniciado en 2022, ha reconfigurado los equilibrios en Europa del Este y tensionado los vínculos entre la OTAN y Moscú. Al mismo tiempo, la creciente militarización del Indo-Pacífico y el avance tecnológico de China en áreas como la inteligencia artificial, la ciberdefensa y los sistemas de misiles preocupa a Estados Unidos y sus aliados. En paralelo, Irán y Corea del Norte profundizan su cooperación con Rusia, lo que algunos analistas definen como un “eje informal de poderes revisionistas” (Reuters, «A new era of escalation», junio 2025).
A diferencia del siglo pasado, la interdependencia económica global y la disuasión nuclear han contenido, hasta ahora, una confrontación directa entre potencias. Sin embargo, según el Foro de Seguridad de Múnich, la multiplicación de “guerras por delegación”, el uso de tecnologías disruptivas —como drones, ciberataques y armas hipersónicas— y el debilitamiento de organismos multilaterales podrían erosionar esas barreras de contención.
El concepto de “polycrisis”, propuesto por el historiador Adam Tooze, resulta útil para describir el presente:
No se trata de una única guerra mundial en marcha, sino de múltiples crisis locales interconectadas, con potencial de convergencia explosiva. Comprender cómo se desataron las guerras del siglo XX no solo es un ejercicio historiográfico, sino una herramienta fundamental para interpretar el presente. Las estructuras que entonces fallaron —alianzas automáticas, liderazgos autoritarios, diplomacia debilitada— parecen estar nuevamente en tensión. Evitar una tercera guerra mundial no es un destino inevitable, pero tampoco una garantía: será el resultado de decisiones políticas, diplomáticas y colectivas tomadas hoy. La historia no se repite exactamente, pero rima. Y, en estos días, la rima suena con fuerza.
