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Réplicas de piedra revelan cómo se navegaba hace 30.000 años

Un equipo internacional logró cruzar los 225 km entre Taiwán y Japón en una canoa paleolítica construida con herramientas de piedra, confirmando que la travesía marina era posible hace 30 milenios. Un dato inesperado: los navegantes sufrieron alucinaciones y fatiga extrema durante la expedición.

Un viaje experimental reconstruye una migración humana del Paleolítico

Un grupo de científicos y navegantes completó con éxito la travesía de 225 kilómetros entre Taiwán y las islas Ryūkyū (Japón) utilizando una canoa de madera fabricada con réplicas de herramientas paleolíticas. La expedición buscó replicar las condiciones de navegación que podrían haber enfrentado los primeros Homo sapiens en su expansión por Asia Oriental hace unos 30.000 años.

El proyecto, liderado por investigadores de Japón, Taiwán y otros países, combinó arqueología experimental, simulaciones oceanográficas y observaciones astronómicas para validar una hipótesis debatida desde hace décadas: la llegada humana al archipiélago Ryūkyū no fue accidental, sino resultado de navegación planificada.

Navegación paleolítica: datos y técnica

Los investigadores descartaron desde el inicio el uso de embarcaciones modernas o materiales contemporáneos. Para construir la canoa se utilizaron herramientas de piedra como raspadores y hachas bifaciales. El diseño se basó en tecnologías plausibles para el Paleolítico Superior, es decir, anteriores a la invención de la cerámica o los metales.

La expedición se enfrentó a la fuerte corriente de Kuroshio, una de las más poderosas del Pacífico. El trayecto duró aproximadamente 45 horas y fue realizado sin instrumentos de navegación modernos. Los tripulantes se guiaron por la posición del sol, las estrellas, la forma de las olas y el color del agua. Durante el viaje, los cinco navegantes experimentaron calambres severos, fatiga y episodios de desorientación sensorial.
Intentos previos con embarcaciones de caña y bambú habían fracasado. Solo la canoa de madera logró mantenerse estable frente a las corrientes y alcanzar la isla de Yonaguni, la más cercana a Taiwán.

Simulación, validación y aportes a la arqueología

Además de la expedición física, el estudio incorporó modelos de simulación oceánica que recrearon las condiciones del mar hace 30.000 años. Las proyecciones demostraron que existía una ventana climatológica y geográfica favorable para realizar el cruce con medios técnicos primitivos, aunque se requería un alto grado de planificación.
Estas simulaciones respaldan las pruebas arqueológicas ya existentes en la región: restos humanos hallados en las islas Ryūkyū, como los de Minatogawa, y herramientas de piedra atribuidas al Paleolítico Superior. Todo ello refuerza la hipótesis de que los primeros pobladores del archipiélago llegaron por mar, y que no se trató de un evento fortuito.

El estudio fue publicado en Science Advances y recibió amplia cobertura internacional por medios como The Guardian, Reuters y Phys.org, que destacaron el rigor del enfoque y el esfuerzo físico extremo de los participantes.
Colonización humana y uso estratégico del mar

La travesía entre Taiwán y Japón no solo recrea una posible ruta migratoria. También redefine el papel del mar en la historia humana. Durante mucho tiempo se pensó que los océanos eran barreras infranqueables para las sociedades prehistóricas. Sin embargo, investigaciones como esta proponen un modelo opuesto: el mar como vía de expansión deliberada y estratégica.

El caso Ryūkyū se suma a otros ejemplos de navegación paleolítica, como el poblamiento de Australia hace más de 50.000 años o las primeras migraciones por el sudeste asiático insular. Todos apuntan hacia una misma dirección: los primeros Homo sapiens poseían habilidades cognitivas, técnicas y sociales complejas que les permitieron desplazarse por rutas marinas con objetivos definidos.

Un nuevo paradigma en la comprensión de la movilidad humana

El proyecto no solo proporciona datos sobre una posible travesía. Plantea un nuevo paradigma para entender la expansión humana en tiempos prehistóricos. La capacidad de construir embarcaciones, planificar rutas marítimas y sobrevivir a largas travesías sugiere una organización social y un conocimiento del entorno más sofisticado de lo que se suponía.

Además, demuestra el valor de la arqueología experimental como herramienta para validar hipótesis científicas. Al reproducir condiciones pasadas en entornos controlados, los investigadores pueden acceder a una dimensión empírica de la historia que va más allá de los restos materiales.

A través de esta travesía, se vuelve evidente que el ser humano no ha sido únicamente un caminante de tierra firme, sino también un navegante precoz. La historia de la humanidad, desde sus etapas más tempranas, está ligada no sólo a los territorios que se habitaron, sino también a los mares que se decidieron cruzar. La ciencia, al reconstruir estos viajes, no solo indaga el pasado: nos recuerda el poder de la curiosidad humana como motor de toda exploración.

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