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Reunión entre Caputo y el FMI. ¿Números o garantías políticas?

El Gobierno enfrenta una semana clave con la primera revisión del acuerdo de facilidades extendidas. El organismo exige más que ajuste: busca señales de continuidad.

Mientras el ministro de Economía, Luis Caputo, lidera una ronda de reuniones con la misión técnica del FMI, se juega mucho más que una revisión contable. Esta semana marca el primer examen formal desde que Argentina firmó el nuevo acuerdo de facilidades extendidas el pasado 11 de abril, por unos 20.000 millones de dólares. Pero el fondo no sólo observa planillas: quiere certezas políticas.

Los ejes que el FMI evalúa son tres: el ajuste fiscal, la acumulación de reservas y el avance de las reformas estructurales. Hasta acá, los números muestran algunos logros, como la baja del déficit primario o la entrada de divisas por exportaciones. Sin embargo, en un contexto de recesión e inflación persistente, el desafío es sostener ese rumbo sin romper el tejido económico y social.

Pero el foco va más allá de la macroeconomía. Lo que más inquieta es la continuidad. ¿Tiene este plan respaldo político real? ¿Hay garantías de que se mantendrá más allá de coyunturas o figuras individuales? Según fuentes cercanas al proceso, el FMI busca señales más sólidas: consensos amplios, reformas duraderas y un horizonte institucional estable.

En este punto aparece el llamado “Consejo de Mayo” como intento del Gobierno de mostrar respaldo transversal a su hoja de ruta. Sin embargo, el fondo no se conforma con promesas. Necesita ver que el rumbo tiene anclaje, que el programa no depende solo de este equipo económico, sino que se sostiene en un marco político más amplio.

Por eso, aunque esta visita se presente como una revisión técnica, lo que está en juego es también una validación política. El FMI quiere asegurarse de que la película no cambie de guion a mitad de camino.

El dilema de fondo: ajuste versus gobernabilidad

Un gran interrogante que sobrevuela esta revisión es si el ajuste fiscal, pilar central del acuerdo, es políticamente viable. La administración de Javier Milei logró imponer un fuerte recorte del gasto en los primeros meses, pero el desgaste empieza a sentirse en la calle, en las provincias y en los indicadores sociales. El FMI sabe que sin respaldo político amplio —y sin cierta estabilidad social— el programa corre riesgo de colapso interno. La sostenibilidad del ajuste no se mide solo en números, sino en capacidad de contener el malestar sin perder control político.

Una economía en tensión: señales que no alcanzan

Aun con datos positivos como la desaceleración inflacionaria o la acumulación de reservas, la desconfianza persiste. ¿Por qué? Porque las señales no alcanzan si el entorno político sigue mostrando ruido, falta de consensos y conflictos con sectores clave. La reciente tensión con gobernadores, el conflicto con universidades, gremios y movimientos sociales y la demora en consensuar reformas de fondo muestran que la película que quiere ver el FMI todavía tiene escenas sin rodar. El riesgo no es solo económico: es de gobernabilidad.

La otra pregunta que queda flotando es: ¿cómo se construyen esas garantías en una Argentina atravesada por la crisis, la fragmentación política y la desconfianza?

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